Hay un dicho que me da fortaleza y dice “Recordar es volver a vivir”. A través de mis vivencias, quiero darle otro sentido a ese dicho, porque a veces “Recordar es abrazar tu camino para empezar a sanar”.

Los primeros años: entre sonrisas y confusión

Mis primeros años también tuvieron sonrisas y momentos amables en casa, pero predominaban las humillaciones y exclusiones que empezaban a confundirme acerca de lo que era sentirse amada. Permití muchos malos tratos en mi día a día, pues en mi mente confusa creía que la seguridad solo la tenía cuando estaba papá a mi lado.

Recuerdos felices con papá: la importancia de sentirse segura

Mis horas de juego eran con dos primas que vivían a algunas puertas de mi casa, y a veces prefería dormir en casa de mi tía para seguir disfrutando esos momentos de diversión. No siempre era permitido, pero lo disfrutaba mucho. 

A los 6 años, salimos de vacaciones familiares. Siempre me mantenía al lado de mi padre, quien me protegía y consentía. Yo sabía que tenerlo cerca me daba seguridad emocional, fortaleza, y sonreía mucho.

Pequeños gestos, grandes recuerdos de fortaleza: el burrito tabanero

Entre las anécdotas de ese paseo, recuerdo cuando perdí mi muñeca de Caperucita Roja. Papá hizo todo lo posible por conseguirme otra, pero no la encontró en aquella provincia donde vacacionamos. Luego, en un restaurante, vi un servilletero en forma de burrito. Papá sabía que “El Burrito Tabanero” era una de las canciones que cantábamos juntos, así que mientras comíamos, entonamos la canción. Al final, papá pidió a la dueña del restaurante que le vendiera el servilletero. Y así fue, salimos cantando con nuestro burrito, mientras mamá y mis hermanos decían que papá me consentía demasiado. No entendían el significado tan especial que tenía ese pequeño objeto para nosotros.

La sombra del silencio: crecer entre el dolor y el miedo

A pesar de esos momentos alegres con mi padre, el tiempo oscurecía mi seguridad con las burlas y malos tratos familiares. Esto me llevó a una falta de confianza en mí misma, volviéndome vulnerable, sumisa, y aprendiendo a callar todo lo que me pasaba, pues eso era lo que mamá ordenaba: “Callate y no digas nada a tu papá”.

Las primeras heridas: el miedo de no poder hablar

Uno de los episodios más fuertes que marcó mi vida ocurrió cuando tenía entre 4 y 5 años. Un día aparecí en casa de unos primos lejanos de mi madre, que vivían en la misma cuadra. Recuerdo estar tumbada en su cama, con un polo blanco y falda verde. Los dos primos, sobre mí, me amenazaban con que no contara nada. Mi llanto fue tan fuerte que uno de ellos le dijo al otro que mejor no seguir, porque papá se enteraría. Me abrieron la puerta y bajo amenaza me dejaron salir. Cada vez que me los cruzaba, me hacían señas de advertencia para que no hablara. Y yo, siempre en silencio.

Silencios que pesan: el temor de cruzarse con el agresor

Otro episodio doloroso fue entre los 9 y 10 años, cuando me quedé a dormir con una prima. Compartíamos su camarote cuando, en la madrugada, llegó su padre. Al verme allí, comenzó a tocarme y nos dijo a ambas que nos calláramos, asegurando que mi papá no debía saber nada, porque estaría triste y no me creería. De nuevo, me vi forzada a callar, llevando otra cruz de silencio. A partir de entonces, cada vez que me cruzaba con mi tío, sentía miedo. Solo con su mirada me decía mucho, y yo solo bajaba la cabeza, atrapada por el temor.

El proceso de recordar para sanar: liberación y crecimiento

Recordar esos episodios sigue siendo muy fuerte para mí. Hoy que los revivo, me da escalofríos y el corazón se me acelera. Sin embargo,  estoy aquí, abrazando mi incomodidad y felicitándome por mi valentía. Comprendí que, en lugar de callar, debemos hablar, buscar a alguien que nos escuche con el corazón, con empatía. Porque hablar es curativo, y “hablar también es sanar”.

La importancia de hablar: romper el silencio y sanar

En mi proceso de transformación y desarrollo personal, he aprendido que reprimir emociones solo nos enferma. Hablar, por el contrario, es una herramienta poderosa para sanar. Reconocer lo que pasó y compartirlo, primero conmigo misma para perdonarme, amarme, abrazarme y luego con los demás, ha sido parte de mi sanación. Me felicito por tener la fortaleza interior para contar mi historia, porque sé que puede ser de ayuda para otros.

De víctima a protagonista: el poder del amor propio

Papi partió de esta vida sin saber de estos sucesos, pero estoy segura de que, desde donde esté, está orgulloso de cómo he ido superando los obstáculos para lograr mi bienestar emocional, aquel que él siempre deseó para mí.

Sanar a través del autoconocimiento y el desarrollo personal

Mi niñez estuvo marcada por el silencio impuesto, pero ahora sé que el amor propio, el autoconocimiento y el desarrollo personal son la base para salir adelante. Cada experiencia de vida, por más dolorosa que haya sido, me ha dado la oportunidad de crecer y de aprender. Ahora, reconozco que esos recuerdos dolorosos son parte de mi fortaleza y proceso de sanación.

La incomodidad como puente hacia tu mejor versión

Es muy fuerte asumir lo que pasó, pero reconocerlo es parte del trabajo emocional que llevo haciendo desde hace años con personas que llegaron a mi vida para llenarme de luz. Las llamo mis “ángeles en la tierra”. Dios sabe cuándo y por qué nos pone en el camino a personas vitamina o a personas hirientes. De ambas se aprende. Yo me quedo con las personas vitamina que me llenan de amor, luz y sonrisas y de las hirientes, he aprendido las lecciones de vida necesarias.

Lo descrito fueron momentos fuertes, dolorosos de mucha incomodidad emocional e inseguridad en mi misma pero hoy me  fortalezco sabiendo que la incomodidad no la debemos evitar sino verla como el puente hacia nuestra resiliencia y nueva versión

Conclusión: abrazar el pasado para construir el futuro

Recordar para sanar es un proceso. Aunque los recuerdos traen dolor, también traen fortaleza. Hoy elijo recordar los momentos bonitos de mi vida, porque eso me ayuda a seguir adelante. Prefiero una memoria selectiva que me permita abrazar lo bueno y aprender de lo malo, porque cada recuerdo me ha convertido en la persona que soy. A ti, lector, te invito a hacer lo mismo: abrazar tu historia, porque con mucha fortaleza podemos pasar a ser de víctima a protagonista de tu vida.

Preguntas frecuentes (FAQ)

¿Por qué es importante recordar para sanar?  

Recordar te permite enfrentar los traumas y emociones reprimidas, lo que es esencial para empezar el proceso de sanación emocional. Al hacerlo, puedes aprender de esas experiencias y comenzar a transformar tu vida.

¿Cómo superar el miedo a hablar sobre el pasado?

El primer paso es encontrar a alguien de confianza que te escuche sin juzgar. Hablar de lo que pasó es liberador y te ayudará a procesar esas emociones para empezar a sanar.

¿Qué es el amor propio y cómo puede ayudarme a sanar?

El amor propio es la aceptación y cuidado de uno mismo. Es una herramienta clave para superar los traumas del pasado y reconstruir tu vida con seguridad y confianza en ti mismo.

¿Cómo puedo dejar de sentirme víctima de mi historia?

Para dejar de sentirte víctima, es fundamental cambiar tu mentalidad. Reconocer lo que viviste, aprender de esas experiencias y enfocarte en cómo puedes tomar el control de tu vida te permitirá pasar de víctima a protagonista.